domingo, 28 de marzo de 2021

RECOMENDACIÓN: "ODESSA", DE FREDERICK FORSYTH



La ODESSA a que se refiere el titulo no es la ciudad del sur de Rusia ni el municipio de los Estados Unidos

Es una palabra compuesta por seis siglas que, en alemán, significan: «Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen», y en español: «Organización de Antiguos Afiliados a las SS».

Las SS eran el ejército dentro del Ejército, el estado dentro del Estado, ideado por Adolf Hitler y mandado por Heinrich Himmler, que, durante el régimen nazi que gobernó Alemania de 1933 a 1945, estaba encargado de misiones especiales. 

Teóricamente, estas misiones tenían por objeto defender la seguridad del Tercer Reich, y en la práctica servían a la realización de las ambiciones de Hitler, que consistían en librar a Alemania y a Europa de los elementos que él consideraba «indignos de vivir», en esclavizar a perpetuidad a las «razas inferiores de las tierras eslavas» y en exterminar a todos los judíos, hombres, mujeres y niños, que hubiera en el continente europeo.

Para la ejecución de estas misiones, las SS organizaron y consumaron el asesinato de unos catorce millones de personas, esto es, seis millones de judíos, cinco millones de rusos, dos millones de polacos, medio millón de gitanos y otro medio millón de individuos de extracción diversa, entre los que se contaban -aunque casi nunca se habla de ellos- cerca de doscientos mil alemanes y austríacos no judíos. 

Estos eran desgraciados con taras mentales o físicas y los llamados «enemigos del Reich», a saber: comunistas, demócratas, liberales, escritores, homosexuales, periodistas y sacerdotes, hombres y mujeres de conciencia que se expresaban con valentía y, más adelante, oficiales del Ejército sospechosos de deslealtad a Hitler.

Las SS hicieron de las dos siglas de su nombre y del signo de los dos rayos de su estandarte, el símbolo de la abyección más inhumana en la que jamás haya caído organización alguna.

Cuando aún no había terminado la guerra, sus jefes superiores, comprendiendo que ésta estaba perdida, y previendo el rigor con que los seres civilizados juzgarían sus actos cuando llegara la hora de rendir cuentas, se prepararon en secreto para desaparecer e iniciar una nueva vida, mientras el pueblo alemán tenía qué asumir la responsabilidad de los crímenes perpetrados por los que se evadieron. 

Con tal fin, sacaron del país, de contrabando, grandes contingentes de oro de las SS, que fueron depositados en cuentas bancarias numeradas, se expidieron falsos documentos de identidad y se abrieron vías de escape. Cuando, por fin, los Aliados ocuparon Alemania, la mayoría de los asesinos había huido.

La organización que constituyeron para llevar a cabo la fuga era ODESSA. Una vez conseguido el primer objetivo de los asesinos, o sea, huir a latitudes más hospitalarias, la ambición de estos hombres se incrementó. 

Muchos de ellos ni siquiera salieron de Alemania, y permanecieron emboscados con nombre y documentación falsos, mientras gobernaban los aliados. 

Otros regresaron al cabo de algún tiempo, debidamente protegidos por una nueva identidad. Los más altos jefes permanecieron en el extranjero, dirigiendo la organización desde un exilio cómodo y seguro.

Los objetivos de ODESSA eran cinco: reinserción de los antiguos hombres de las SS en la nueva República Federal creada en 1949 por los aliados; infiltración, por lo menos, en los escalones inferiores de los partidos políticos; obtención de la mejor defensa jurídica para todo asesino de las SS que hubiera de comparecer ante un tribunal, entorpeciendo por todos los medios el curso de la justicia en Alemania Occidental cuando ésta procediera contra un antiguo Kamerad; introducción de antiguos afiliados a las SS en el comercio y la industria, para sacar partido del milagro económico que ha reconstruido el país desde 1945 y, por último, realización de una intensa propaganda cerca del pueblo alemán, encaminada a convencerlo de que los asesinos SS eran patrióticos soldados que servían a su patria y que en modo alguno merecían la persecución a que los sometió la justicia -sin gran eficacia por cierto- ni la repulsa de los hombres de conciencia.

Apoyándose en su potente base económica, ODESSA pudo, con relativo éxito, realizar estos planes, especialmente el de reducir a una especie de parodia la reparación oficial exigida por los tribunales de Alemania Occidental

ODESSA, cambiando de nombre varias veces, trató de desmentir su existencia, lo cual indujo a muchos alemanes a decir que ODESSA no existía. 

Sin embargo, taxativamente puede responderse a ello: ODESSA existió, y los Kameraden de la insignia de la calavera continuaron ligados a ella.

Pese a los éxitos conseguidos en casi todos sus objetivos, ODESSA ha sufrió también algún que otro revés. 

El peor de ellos le sobrevino a principios de la primavera de 1964, cuando el Ministerio de Justicia de Bonn recibió un paquete de documentos, en el que no figuraba nombre alguno de remitente. 

Los contados funcionarios que leyeron los nombres de las listas que aparecían en aquellas páginas denominaron al paquete de referencia «el fichero de ODESSA»

En 1963 Peter Miller, un joven periodista alemán, investiga las razones del suicidio de Salomon Tauber, un anciano judío que deja unos diarios acusadores contra el capitán Eduard Roschmann de las SS, apodado «el Carnicero de Riga», responsable de la muerte de entre 70.000 y 80.000 judíos, quien aún no ha sido castigado.

A medida que Miller avanza en sus indagaciones, se topará con ODESSA y se verá obligado a sumergirse en un torbellino de aventuras que lo llevarán hasta su propio pasado familiar.

Escrita por Frederick Forsyth y publicada por DEBOLSILLO, la novela "ODESSA" tiene 416 páginas y puede ser adquirida por un precio de 09,95 euros.

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