Si bien la batalla de Kursk ha cautivado durante mucho tiempo a los aficionados a la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que ha sido injustamente pasada por alto por los historiadores.
La batalla de Kursk es una paradoja continua. Por una parte, se la describe habitualmente como una epopeya militar: la mayor batalla de tanques de la historia, el primer paso en el camino del Ejército Rojo hacia Berlín, un examen definitivo de los sistemas militares y políticos nazi y soviético. Por otra, es extrañamente borrosa. Comparada con Stalingrado o Barbarroja, permanece oscura, y su narrativa fomenta tanto el mito como la historia.
Kursk fue el punto de inflexión crítico en el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial.
Tras la brutal victoria del Ejército Rojo sobre los alemanes en Stalingrado, la apuesta no podía ser más elevada.
Más de tres millones de hombres y ocho mil tanques se dieron cita en el corazón de la Unión Soviética, a unos seiscientos kilómetros al sur de Moscú, en un encuentro que ambos contendientes sabían cambiaría el destino de la guerra.
Los rivales estaban en la cumbre de sus respectivos poderes. En los dos bandos, los generales y dictadores a los que servían estaban de acuerdo sobre dónde, por qué y cómo luchar.
El resultado fue una furiosa lucha a muerte entre dos de las fuerzas de combate más formidables de la historia, un combate que posiblemente sería el más grande de todos los tiempos, había comenzado lo que un superviviente denominó "el vals del diablo".
Escrito por Dennis E. Showalter, el ensayo "La batalla de Kursk", que fue publicado, en abril de 2018, por La Esfera, tiene 408 páginas y puede ser adquirido por un precio de 25,90 euros.
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