A las tres de la tarde, la multitud se agolpaba frente a su casa y el ejército tuvo que poner orden para que el ataúd pudiera salir.
El paño mortuorio cubría el féretro sobre el que descansaban unos evangelios, una cruz y una corona de flores. Treinta y seis porteadores de antorchas, entre ellos Czerny, Pacini, Schubert, Schuppanzigh y Grillparzer, caminaban junto a un magnifico carruaje tirado por cuatro caballos que había sido encargado por la rectoría de la catedral de San Esteban.
Al llegar a la Alser Straße, una banda ejecutó la marcha fúnebre de la Sonata número 12 en La bemol Mayor.
La iglesia de los Franciscanos Menores Conventuales estaba tan llena que los familiares y los amigos del maestro a duras penas consiguieron entrar.
Se celebró el servicio religioso y un coro cantó el miserere sobre uno de los Equale de Beethoven para cuatro trombones.
Tras terminar la ceremonia, el ataúd fue instalado de nuevo en el coche fúnebre y la procesión avanzó lenta entre el gentío hasta llegar a la localidad de Währing, hoy un barrio de Viena.
En la iglesia parroquial del pueblo la comitiva se detuvo de nuevo. Se bendijo el féretro y se cantó otro miserere.
Bajo el sonido de las campanas, el cortejo fúnebre llegó a los campos del cementerio parroquial.
Los porteadores dejaron su carga y, antes de consagrar la tumba y enterrar el ataúd, el actor Heinrich Anschütz leyó la oración fúnebre de Franz Grillparzer.
Una larga necrológica que habla de Beethoven como el artista total, como el héroe alemán, como el heredero de la fama inmortal de Bach, Händel, Haydn y Mozart, y que termina:
"Fue un artista, pero también fue un hombre. Un hombre en el más alto sentido de la palabra. Porque se apartó del mundo lo llamaron misántropo y porque se mantuvo indiferente al sentimentalismo lo llamaron insensible. [...] Huyó del mundo porque no encontró armas en su amante naturaleza con las que defenderse de él. Se alejó de la compañía de los hombres después de darlo todo sin recibir nada a cambio. Permaneció solo porque no encontró su otro yo. Pero, hasta el momento de su muerte, su corazón palpitó con calidez por la humanidad, por su pueblo y por el mundo entero.
Así existió, así murió y así vivirá para siempre.
Por eso, vosotros que habéis seguido este cortejo fúnebre hasta aquí, contened vuestro dolor, porque no lo habéis perdido, lo habéis ganado, los hombres vivos no pueden cruzar los umbrales de la inmortalidad. El cuerpo debe morir antes que esos portales se abran. Él, cuya muerte lamentáis, se encuentra desde hoy y para siempre entre los hombres más grandes de todos los tiempos, invulnerable por toda la eternidad. Volved pues a casa apenados, pero serenos. Y cuando, en tiempos venideros, el poder abrumador de su obra caiga sobre vosotros como una impetuosa tormenta, cuando el éxtasis se desborde entre las generaciones todavía por nacer, entonces recordad esta hora y pensad: nosotros estuvimos allí cuando lo enterraron y cuando murió le lloramos".
Las emotivas palabras de Grillparzer y la multitud de vieneses que despidieron a Beethoven atestiguan que su fama ya era enorme en el momento de su muerte.
Hoy, en pleno siglo XXI, su fama es eterna y universal.
Ludwig van Beethoven es uno de los compositores más grandes de la historia de la música.
Pero ¿qué hay detrás del artista? Este libro, escrito por Ramón Gener e ilustrado por Fernando Vicente, es una biografía -y un homenaje- para redescubrir a Beethoven en todas sus facetas.
A través de las páginas de este libro descubriremos al genio y a la persona que habitaron en Ludwig van Beethoven.
Publicado, en septiembre de 2020, por Random Cómic, el libro "Beethoven. Un músico sobre un mar de nubes" tiene 144 páginas y puede ser adquirido por un precio de 18,95 euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario