Escrita por de Angus Donald y publicada por Edhasa, la novela "Robin Hood, el proscrito" tiene 448 páginas y puede ser adquirida por un precio de 24,00 euros. Esta es su sinpsis:
Ahora, con casi sesenta años, siento el frío, y también la humedad, más que en ningún momento de mi juventud; y mis viejas heridas me molestan durante todo el invierno. Mientras contemplo la llovizna gris que resbala por el tronco de mis frutales, me ciño con más fuerza mi gabán forrado de piel para resguardarme de las corrientes y dejo que mi mano izquierda ascienda bajo la manga y recorra los músculos nudosos de un hombre acostumbrado a manejar la espada, hasta palpar una cicatriz larga y profunda en el antebrazo derecho. Y mientras acaricio ese surco suave e irregular, recuerdo la terrible batalla que me dejó esa señal.
Yo estaba tendido boca arriba en un lodazal de sangre y tierra pisoteada, cegado a medias por el sudor y por mi casco, que había caído hacia adelante debido a un golpe, y mi espada apuntaba al cielo en un desesperado gesto defensivo, mientras yo jadeaba sin resuello en el suelo. Encima de mí, aquel hombre enorme vestido con una cota de malla gris me dio un tajo en el brazo derecho. El tiempo casi se detuvo, pude ver la lenta trayectoria curva en el aire de su espada, pude ver la ira que le desfiguraba el rostro, sentí la mordedura del metal al atravesar la protección de mi manga y penetrar en la carne de mi antebrazo, y entonces, surgiendo de la nada, apareció la espada de Robin para detener el golpe, casi demasiado tarde, pero a tiempo para impedir un corte más profundo.
Luego, recuerdo cómo Robin vendó la herida con sus manos, sucio y sudoroso, con la cara ensangrentada por una herida en el pómulo, y me miró con una sonrisa mientras yo me retorcía de dolor. Dijo, y recordaré sus palabras hasta mi muerte:
—Parece que Dios está empeñado en quitarte esta mano, Alan. Pero se la he negado tres veces…, y no se la llevará mientras me queden fuerzas.
Fue mi mano derecha, la de la pluma, la que salvó, y con esa mano me dispongo a pagar la deuda que tengo con él. Con este instrumento, si Dios quiere, voy a escribir su historia y la mía. Así, declararé ante el mundo la verdad sobre el malvado proscrito y jefe de ladrones, el asesino, el mutilador, el tierno amante y el conde victorioso y el general de un ejército y, en último término, el gran señor que llevó al rey de Inglaterra a una mesa en Runnymede y le obligó a someterse a la voluntad de las gentes del país; la historia de un hombre al que yo conocí sencillamente con el nombre de Robin Hood...
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