Cada combate de boxeo es una historia: un drama sin palabras, único y sumamente condensado.
Jack Johnson, al primer campeón negro de los pesos pesados, era la pesadilla de los blancos: el negro que se burlaba de sus contrincantes blancos al tiempo que los humillaba con sus puños.
El primer combate que Jack Dempsey libró por el título, en 1919, contra el envejecido campeón Jess Williard, fue calificado en su momento de homicidio pugilístico,
Hacia el final del combate, Williard tenía la mandíbula rota, el pómulo partido en dos, la nariz aplastada, seis dientes rotos a nivel de la encía, un ojo cerrado a golpes, Y graves daños en el abdomen.
Años después, Kearns, el apoderado de Dempsey, confesó que había cargado los guantes de su representado con una sustancia a base de talco que al humedecerse se ponía dura como cemento.
Tommy Loughran, campeón de los pesos semipesados desde 1927 hasta 1929, enfocaba el boxeo como una ciencia, estudiaba el estilo de sus adversarios y trazaba estrategias de desplazamientos en el cuadrilátero para cada combate,
El secreto de la carrera de Loughran era que la mano derecha se le rompía con facilidad, así que estaba obligado a usarla una sola vez por combate: para el golpe del K.O. o nada.
Joe Louis era un hombre modesto y más que discreto fuera del ring, pero dentro era una especie de máquina de golpear: tan desprovisto de emociones (que hasta sus parejas de entrenamiento se asustaban frente a él.
Rocky Marciano, único campeón norteamericano invicto de los pesos pesados, se entrenaba con la más monástica devoción. Se alejaba del mundo hasta tres meses antes de un combate. Se concentraba en una sola cosa: el combate por venir. Cada minuto de su vida estaba definido en términos del instante del inicio del combate. Todo lo que no fuera el combate tenía que ser excluido de la conciencia.
Cuando Marciano entrenaba con un saco de boxeo veía a su contrincante frente a él, cuando corría veía a su adversario correr junto a él, sin duda cuando dormía lo veía sin cesar.
Muhammad Ali, el más brillante de los pesos pesados, fue inicialmente un brillante estratega del cuadrilátero, su rapidez con manos y pies lo convertía prácticamente en un blanco imposible para los golpes de sus adversarios.
Ali bailoteaba en torno a sus desconcertados adversarios con los guantes a la altura de la cadera, invitándolos a golpear ... a intentarlo. Y es que Ali era capaz de lanzar un puñetazo a mayor velocidad de la que el ojo podía seguir.
En años posteriores, ya reducida la velocidad de Ali, emergió un boxeador nuevo y más complejo, un boxeador más grande aún, podría decirse, como en la trilogía de combates con Joe Frazier.
Tras ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Montreal, Michael Spinks abandonó el boxeo y trabajó fregando suelos y limpiando retretes en una fábrica de productos químicos de St. Louis, Missouri.
Sin embargo, las condiciones en la fábrica eran tan malas que tuvo que volver, según dijo, al boxeo: "Diablos, respirando esos productos químicos podría haber muerto antes allí que en el ring".
A Mike Tyson, el hombre más peligroso de la categoría de los pesos pesados. lo llamaban "toro joven". Su fuerza era prodigiosa, entraba al ring sin bata y brillante de sudor. Ni siquiera llevaba calcetines. Era un guerrero.
Su modelo pugilístico era Rocky Marciano, sin gracia, de pies pesados, indomable, el hombre del derechazo masivo, que estaba dispuesto a encajar cinco puñetazos con tal de colocar uno.
Después de haberle roto la nariz a Jesse Ferguson en un combate,,Tyson les dijo a los reporteros que su estrategia consistía en intentar hundirles la nariz en el cerebro.
En el ensayo "Del boxeo", Joyce Carol Oates concibe el boxeo como una historia caprichosa en la que cualquier cosa puede suceder en cuestión de segundos. En ningún otro deporte pueden ocurrir tantas cosas en tan breve lapso, ni de modo tan irrevocable.
"Del Boxeo", que fue publicado, en octubre de 2015, por Debolsillo, tiene 168 páginas y puede ser adquirido por un precio de 09,95 euros.
