jueves, 17 de octubre de 2019

RECOMENDACIÓN: "EL TELEGRAMA ZIMMERMANN. EL DOCUMENTO SECRETO QUE CAMBIÓ EL CURSO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL", DE BARBARA W. TUCHMAN




En 1915, la posición de los Aliados era demasiado precaria para entablar negociaciones de paz con los Imperios centrales

Su estrategia en el frente occidental había fracasado rotundamente. Miles de vidas habían sido sacrificadas en el Somme, mientras que a lo largo de tres meses de lluvias otoñales, que no habían tenido en cuenta en la elaboración de su estrategia, el general Haig daba la orden de ataque a unas tropas hundidas en el barro y dispersadas por las bombas enemigas. 

A finales de noviembre de 1915, la ofensiva se dio por terminada después de haber conseguido avanzar unos once kilómetros y haber perdido en total un millón de vidas

En enero de 1916, la expedición de los Dardanelos había fracasado; en diciembre, Rumania, último país en unirse a los Aliados, capituló; el gobierno del Zar comenzaba a desintegrarse y circulaban rumores de que Rusia estaba dispuesta a firmar la paz independientemente

En Londres, el 5 de diciembre, el endeble gobierno de Asquith cedió el paso al gobierno encabezado por el militante Lloyd George, que estaba tan dispuesto a negociar como a capitular.

Los hechos le hubieran parecido obvios a cualquiera menos al Presidente estadoundense, Woodrow Wilson, cuyo armazón unidireccional que le rodeaba era totalmente impenetrable

Sus dos objetivos eran la neutralidad norteamericana y la paz por vía de la negociación en Europa, sin permitir que ninguna realidad le separase de ellos.

A pesar de que Wilson y el Káiser Guillermo eran totalmente diferentes, tenían una característica común que consistía en no querer escuchar ninguna opinión que no les apeteciese

A Guillermo le atemorizaban opiniones contrarias a la suya, pero a Wilson le parecían simplemente una pérdida de tiempo

En su obsesión por salvar Europa, Wilson olvidaba los deseos de los europeos. De la misma forma en que estaba resuelto a implantar una democracia en México, tanto si los mexicanos estaban dispuestos a ello como si no lo estaban, pretendía negociar la paz en Europa, sin preocuparse de los deseos de los europeos y sin darse cuenta de que su actitud les parecía sumamente condescendiente. 

No era capaz de comprender que después de dos años y medio de lucha, los combatientes no querían aceptar ningún tipo de compromiso

Wilson se negaba a reconocer que tanto un bando como el otro querían obtener resultados tangibles que justificasen los sacrificios realizados y que todos tenían objetivos concretos, tales como Alsacia y Lorena, que eran permanentemente irreconciliables.

Wilson sólo comprendía que aumentaba la violencia. Los turcos mataban a los armenios con tal crueldad que, si se narraran los hechos, según el embajador norteamericano, "hombres y mujeres llorarían de pena". 

Polonia, asolada por el ejército de ocupación, se había convertido en un desierto poblado de esqueletos cubiertos de nieve, sin una cabeza de ganado, ni madera para encender fuego

Los belgas eran transportados a Alemania, como rebaños, para ser utilizados como esclavos

La posición de los combatientes, después de la batalla del Somme, era tan difícil como lo era antes y la posibilidad de una solución igualmente remota

Wilson veía el mundo atrapado por matanzas inauditas que continuarían a no ser que alguien imparcial (como él) interviniese

La ética de la contienda no le interesaba y, en aquellos momentos, aseguraba que no la comprendía

Wilson reconocía que el triunfo del militarismo alemán "cambiaría el curso de la civilización y convertiría a Estados Unidos en una nación militarista", pero creía que el modo de evitar tal desastre no consistía en unirse a los Aliados sino en parar la guerra

Se creía obligado a permanecer, o por lo menos a actuar, de forma imparcial, con el fin de que ambos bandos estuviesen dispuestos a escucharle

Wilson estaba convencido de que la única paz duradera sería la que se consiguiese por el camino de la negociación, toda vez que la paz impuesta a un perdedor "sería aceptada con humillación, en forma coaccionada, a costa de un sacrificio intolerable y se apoyaría sobre un dolor, resentimiento, así como amargura, que la convertirían en algo sumamente frágil".

"Sólo una paz igualitaria puede ser duradera, una paz sin victoria", sostenía Wilson con la sabiduría que le había convertido en un gran hombre; si bien en este caso, su sabiduría había perdido contacto con la realidad

Los combatientes ambos bandos no estaban dispuestos a escucharle: muertos de frío en las trincheras cubiertas de sangre y barro y malolientes, se sentían agraviados por los consejos de un individuo que vivía en una lejana mansión blanca, que se autocalificaba de demasiado orgulloso para combatir

Wilson creía que el camino que él imaginaba era el mejor, pero los europeos no estaban dispuestos a seguirlo

Si todo el mundo hubiese sido una escuela y Wilson su director, habría sido el mejor estadista de la historia, pero los gobiernos del mundo y sus súbditos no eran colegiales dispuestos a obedecerle

Había en el mundo hombres con voluntades propias que no querían, ni podían, comportarse del modo en que Wilson les indicaba

Wilson era un visionario que nunca conseguía lo que se proponía. En los pocos años que le quedaban, se convertiría en el símbolo mundial de la esperanza y del fracaso

Era el tipo de persona que elabora las metas de la humanidad, pero que se encuentra en la situación imposible de intentar funcionar en calidad de visionario y ejecutivo al mismo tiempo

A pesar de ocupar un alto puesto en la política, no reconocía que su profesión no era sino el arte de lo posible

Se mantenía fiel al principio de "querer es poder", si bien, en su caso, sus objetivos estaban fuera de su alcance.

A los dirigentes alemanes no les interesaba escuchar las esperadas promesas de paz de Wilson, que, en su opinión, no eran sino una estrategia para ayudar a los Aliados

Los alemanes estaban plenamente convencidos de que cualquier tratado de paz que el Wilson fuese capaz de organizar no les interesaría

La única paz que los Aliados estaban dispuestos a aceptar, basada en la renuncia e indemnización por parte de los alemanes, representaría la muerte de los Hohenzollern y de la clase dominante alemana

La conquista era esencial para su supervivencia de las élites germanas: debían lograr que fuese otro quien pagase las consecuencias de la guerra o declararse en quiebra

Una paz basada en un compromiso, una paz que no aportara ninguna grandeza a Alemania requeriría impuestos sumamente elevados con el fin de compensar las enormes pérdidas de una guerra que habría demostrado ser infructuosa. Significaría la revolución

"El pueblo alemán no quiere una paz basada en la renuncia", proclamó Ludendorff cuando los austríacos reclamaban la paz, y añadió: "No quiero acabar apedreado. Nuestra dinastía no sobreviviría a este tipo de paz". 

Cuanto más duraba la guerra, más claro estaba para la corte, los propietarios, los aristócratas terratenientes, los industriales y los militares alemanes que sólo en el caso de que hubiese ganancias al final de la guerra, lograrían sobrevivir y mantenerse en el poder. 

Wilson habría comprendido este principio perfectamente si se hubiese preocupado menos de sus objetivos y hubiese mostrado mayor interés en la naturaleza del régimen con el que trataba. 

En enero de 1917 la Primera Guerra Mundial estaba en un trágico punto muerto. Los ingleses sabían que Europa sólo se salvaría si los Estados Unidos intervenían. 

Pero Wilson se aferraba a su neutralidad y a sus esfuerzos por mediar en la negociación de la paz

Y entonces, de pronto, el instrumento para empujar a los norteamericanos a entrar en la guerra llegó a una tranquila oficina inglesa

Uno de los miles de mensajes interceptados por el equipo de descodificadores británico era un telegrama en clave de Arthur Zimmermann, secretario de Asuntos Exteriores alemán

Un documento de alto secreto en el que el Imperio alemán invitaba a Venustiano Carranza Garza, presidente de México, a unirse a Alemania y Japón en la invasión de los Estados Unidos

La recompensa para México: recuperar los territorios de Texas, Nuevo México y Arizona. El plan estratégico del mando alemán: mantener a Estados Unidos ocupados en una guerra en su propia casa, al otro lado del Atlántico, lejos del escenario europeo

Y los británicos tenían que pasar esa valiosa información a Estados Unidos, sin revelar que habían sido capaces de descifrar los códigos secretos alemanes, para lo cual debieron utilizar todas las argucias del espionaje y la diplomacia.

Barbara W. Tuchman desvela en esta apasionante historia de espías, la verdadera historia de cómo los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial y cómo un telegrama cambió el curso de la historia.

Publicado, en abril de 2010, por RBA, el ensayo histórico "El telegrama Zimmermann. El documento secreto que cambió el curso de la Primera Guerra Mundial" tiene 320 páginas.

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