En una Italia en la que el fascismo gozaba de sus momentos de gloria, Gino Bartali no paraba de pedalear, pero no lo hacia por conseguir triunfos deportivos, sino por algo mucho más importante, salvar vidas.
Sudado y lleno de polvo, pero, sobre todo, nervioso, muy nervioso. El control policial estaba cada vez más cerca. Bartali, apodado "l'intramontabile", entrenaba como de costumbre, cerca de su casa, en Florencia, el control policial estaba a pocos metros. Frenó, paró y ya no tuvo tiempo de bajar de la bicicleta.
Una pareja de policías lo asaltó a gritos: "Ginetaccio!! Ginetaccio!!! Bartali! Campione!!!". Le agasajaron, le pidieron autógrafos, hicieron mil y una preguntas a su ídolo ciclista, Gino Bartali. El italiano que había ganado el Tour de Francia de 1938 y los Giros de Italia de 1936 y 1937.
Bartali les atendía con una sonrisa nerviosa bajo su inmensa nariz. El ciclista no veía el momento de volver a pedalear y escapar a toda prisa, pues sabía que los policías, que tanto lo admiraban, no dudarían ni un momento en detenerlo si supieran que transportaba fotos y documentos falsos escondidos dentro de los tubos de su polvorienta bicicleta, para salvar a judíos de una muerte segura.
Gino Bartali fue una de las grandes figuras del deporte europeo del siglo pasado. Considerado uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos, formó parte de una red dedicada a salvar a judíos del Holocausto en su Florencia natal, durante la Segunda Guerra Mundial.
Se jugó la vida y, logró salvar a ochocientas personas, en su mayoría niños. Cuando competía con Fausto Coppi, se decía: "Bartali è un uomo, Coppi un robot".
Su valor, afabilidad, sencillez, bondad y honradez, unidos a sus triunfos deportivos, convirtieron al hijo de una humilde familia de agricultores de la Toscana en una leyenda dentro y fuera de la carretera.
"Gino Bartali, el hombre de hierro", que fue publicado por la colección Dstoria Contemporánea de Dstoria Edicions, tiene cien páginas y puede ser adquirido por un precio de 14,95 euros.
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