Un historiador, que oposita en busca de una cátedra universitaria, hace temblar a los miembros del tribunal que le examina, planteándoles un argumento polémico: la Historia se escribe y se enseña de acuerdo a los intereses del presente.
Para exponer sus argumentos, el opositor revisita algunos de los puntos clave de inflexión de la historiografía occidental,
Heinrich Schliemann no encontró el sitio de Troya, de hecho ya lo citaba, en el siglo XV, Gonzáez Clavijo en la embajada que hizo al Gran Tamerlán.
Espartaco nunca pretendió abolir la esclavitud. Simplemente, no quería seguir siendo un esclavo. Su ejército tenía esclavos y, en el funeral de su lugarteniente Crixo, ordenó que trescientos prisioneros romanos lucharan entre sí como gladiadores.
Ni el Rey Arturo ni sus Caballeros de la Mesa Redonda aparecen en las crónicas contemporáneas a la época que se supone que existieron. De hecho, Arturo es nombrado por vez primera por Nennio en el siglo IX, es decir, cuatro siglos después,
El barrio gótico de Barcelona fue construido, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, copiando trozos de edificios medievales italianos.
Hernán Cortés no ordenó prender fuego a sus naves, sino que les abrió una vía de agua y las dejó posarse en el fondo de la bahía, por lo que puede que ni siquiera pretendiera destruirlas.
Todo el mundo ha oído hablar de la Grande y Felicísima Armada, bautizada después como la Invencible, pero pocos saben que, años después, Felipe II envió dos flotas más que, igualmente, fracasaron y su hijo, Felipe III, otra, que llegó a desembarcar en Irlanda.
Felipe II nunca llegó a pronunciar la frase "Yo envié a mis naves a luchar contra los hombres, no contra los elementos", pues su autor fue Modesto Lafuente, un historiador del siglo XIX.
¿Por qué se considera a Felipe III un "Austria menor" si gobernó sobre un territorio más extenso que su padre, consiguió más años de paz para sus subditos y sufrió menos bancarrotas?
En 1863, cuando se libró la batalla de El Alamo, el auténtico representante de la libertad y la modernidad no era Texas ni Estados Unidos, sino el México de Santa Anna. Pocos recuerdan que William Travis, jefe de los Regulares destinados en El Alamo, era un próspero propietario de esclavos y que Jim Bowie, jefe de los voluntarios, era esclavista, traficante de esclavos y contrabandista. Es más, muchos prefieren ignorar que la primera Constitución del Estado independiente de Texas volvió a legalizar la esclavitud, que, décadas antes, había sido abolida por Hidalgo y Moreno la primera Constitución de México.
En la década de los años cuarenta del siglo pasado, Francia y Italia se sumieron en una cruenta guerra civil, complicada por la invasión alemana. No todos los franceses militaron en la resistencia, ni todos los italianos fueron fascistas. De hecho, el vencedor de la guerra en Italia fue el Partido Comunista, pero eso es algo que la Historia oficial decidió olvidar.
La Historia es el arma más efectiva con la que puede contar una sociedad. Sus manuales están trufados de aventuras, asedios, batallas y héroes. El relato de las luchas gloriosas de los antepasados es el medio más eficaz para construir una identidad y un espíritu nacionalista.
El conocimiento del pasado enseña de lo que es capaz el ser humano y en qué tipo de monstruo puede convertirse, pero ese conocimiento histórico no cura ni provee de los instrumentos necesarios para evitar que se repita el horror.
Alejado de las convenciones y lugares comunes de los manuales de enseñanza, Alfonso Mateo-Sagasta se centra en presentar la Historia como un relato coherente y dramatizado del pasado, que cambia con el tiempo y los intereses de quienes la formulan, así como los pueblos a los que sirven.
"La Oposición. Un relato sobre la invención de la historia", que ha sido publicado por la colección Paladares de Cordelia de la editorial Reino de Cordelia, tiene 88 páginas y puede ser adquirido por un precio de 9,90 euros.
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