Dos guerras mundiales han oscurecido la escala gigantesca y el coste humano enorme de la Guerra de Crimea.
Hoy nos parece una guerra relativamente pequeña y está casi olvidada. Ni siquiera en los países que participaron en la contienda (Rusia, Reino Unido, Francia, el Imperio Otomano, el reino de Piamonte-Cerdeña en Italia y los territorios que más tardes serían Rumanía y Bulgaria) hay muchas personas que puedan decirnos gran cosa de la Guerra de Crimea.
Pero para muchos antepasados, antes de la Primera Guerra Mundial, la Guerra de Crimea fue el conflicto más importante del siglo XIX, la guerra más significativa de sus vidas, al igual que las guerras mundiales del siglo XX son el hito histórico dominante de las nuestras.
Las bajas fueron inmensas: al menos tres cuartos de millón de soldados murieron en batalla o desaparecieron por las enfermedades y plagas, dos tercios de ellos rusos.
Los franceses perdieron alrededor de cien mil hombres, los británicos una pequeña fracción de esa cifra, alrededor de veinte mil, porque enviaron una cantidad mucho menor de tropas (noventa y ocho mil soldados y marineros británicos participaron en la Guerra de Crimea frente a trescientos diez mil franceses).
Nadie ha contado las bajas civiles: víctimas de la metralla, personas que murieron por hambre en las ciudades sitiadas, poblaciones devastadas por las enfermedades propagadas por los ejércitos, comunidades enteras eliminadas en las masacres y en las campañas organizadas de limpieza étnica que acompañaron la lucha en el Cáucaso, los Balcanes y Crimea.
Ésta fue la primera "guerra total", una versión del siglo XIX de las guerras de nuestra propia época, que involucró a civiles e incluyó crisis humanitarias.
También fue el primer ejemplo de una guerra verdaderamente moderna, en la que se combatió con nuevas tecnologías industriales, rifles modernos, barcos a vapor y ferrocarriles, formas nuevas de logística y comunicación como el telégrafo, innovaciones importantes en medicina militar y corresponsales de guerra y fotógrafos situados en el campo de batalla.
Sin embargo, al mismo tiempo fue la última guerra conducida según los antiguos códigos de caballerosidad, con "parlamentarios" y treguas en la lucha para poder retirar muertos y heridos de la escena del combate.
Las primeras batallas de Crimea, la del río Alma y la de Balaclava, dónde se llevó a cabo la famosa "Carga de la Brigada Ligera", no fueron demasiado diferentes de la clase de lucha que se desarrolló durante las Guerras Napoleónicas.
Pero el sitio de Sebastopol, la fase más prolongada y crucial de la Guerra de Crimea, fue precursor de la guerra de trincheras industrializada de 1914-1918.
Durante los once meses y medio que duró el sitio, los rusos, los británicos y los franceses excavaron ciento veinte metros kilómetros de trincheras; entre ambos bandos se intercambiaron ciento cincuenta millones de disparos y cinco millones de bombas y obuses de diversos calibres.
El nombre de "Guerra de Crimea" no refleja su escala global y su enorme importancia para Europa Occidental, Rusia y esa área del mundo que se extiende desde los Balcanes hasta Jerusalén, desde Constantinopla hasta el Cáucaso, que llegó a definirse por la "Cuestión Oriental", el problema internacional planteado por la desintegración del Imperio Otomano.
Tal vez sería mejor adoptar el nombre ruso de la Guerra de Crimea, la "Guerra Oriental" (Vostochina voina), que al menos tiene el merito de relacionarse con la "Cuestión Oriental"o incluso llamarla "Guerra Turco-Rusa", el nombre que se le asignó en muchas fuentes turcas, que la sitúa dentro del contexto histórico de siglos de conflicto entre los rusos y los otomanos, aunque esa designación omite el factor crucial de la intervención occidental en la guerra.
La guerra empezó en 1853 entre fuerzas rusas y otomanas en los Principados del Danubio de Moldavia y Valaquia, el territorio de la actual Rumanía, y se propagó hasta el Cáucaso, donde los turcos y los británicos alentaron y apoyaron la lucha de las tribus musulmanas contra Rusia y desde allí se extendió a otras áreas del Mar Negro.
En 1854, con la intervención de los británicos y los franceses al lado de los turcos y la amenaza de los austriacos de unirse a esta alianza antirrusa, el zar retiró sus fuerzas de los Principados y el combate se trasladó a Crimea.
Pero hubo otros diversos escenarios de guerra entre 1854 y 1855: el mar Báltico, donde la Royal Navy planeaba atacar San Petersburgo, la capital rusa; el mar Blanco, donde bombardearon el Monasterio de Solovetsky en julio de 1854; e incluso la linea siberiana del Pacífico.
La Guerra de Crimea fue un punto de inflexión crucial. Rompió la antigua alianza conservadora entre rusos y austriacos que había mantenido el orden existente en el continente europeo, lo que dio lugar al surgimiento de nuevos Estados en Italia, Rumanía y Alemania.
A los rusos les dejó un profundo resentimiento hacia Occidente, la sensación de haber sido traicionados porque otros Estados cristianos habían tomado partido por los turcos y un sentimiento de frustración de sus ambiciones en los Balcanes que seguiría desestabilizando las relaciones entre potencias en la década de 1870 y en las crisis que condujeron al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial.
Fue el primer conflicto europeo importantes que involucró a los turcos, si descontamos su breve participación en las guerras revolucionarias y napoleónicas francesas.
Abrió el mundo musulmán del Imperio Otomano a los ejércitos y tecnologías occidentales, aceleró su integración en la economía capitalista global y desencadenó una reacción musulmana contra Occidente que persiste hasta hoy.
Cada potencia entró en la Guerra de Crimea por motivos propios. El nacionalismo y las rivalidades imperiales se combinaron con los intereses religiosos.
Para los turcos se trataba de luchar por su Imperio que se desmoronaba en Europa, de defender su soberanía imperial contra los rusos, que alegaban representar a los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano, y de evitar la amenaza de una revolución islámica nacionalista en la capital turca.
Los británicos alegaron ir a la guerra para defender a los turcos de la intimidación de Rusia, pero en realidad les interesaba más asestarle un golpe al Imperio Ruso, al que temían como rival en Asia, y usar la guerra para estimular el avance de su libre comercio y de sus intereses religiosos en el Imperio Otomano.
Para el emperador de Francia, Napoleón III, la guerra era una oportunidad de que su país recuperara su posición de influencia y respeto en el exterior, si no la gloria del reinado de su tío, y tal vez de redibujar el mapa de Europa como una familia de Estados nación liberales siguiendo las líneas imaginadas por Napoleón I, aunque la influencia de los católicos sobre su débil régimen también lo impulsó a entablar la guerra contra Rusia por motivos religiosos.
Para los británicos y los franceses era una cruzada en defensa de la libertad y la civilización europeas contra la amenaza primitiva y despótica de Rusia, cuyo agresivo expansionismo representaba una verdadera amenaza, no solo para Occidente, sino para toda la cristiandad.
En cuanto al zar Nicolás I, el hombre más responsable del estallido de la Guerra de Crimea, en parte estaba impuslado por el orgullo y la arrogancia, resultado de haber sido zar durante veintisiete años, en parte por su idea de como debía comportarse una gran potencia como Rusia con sus vecinos más débiles y en parte por un gran error de calculo respecto a la manera en que la otras potencias responderían a sus acciones; pero sobre todo Nicolás estaba convencido de que combatía en una guerra religiosa, una cruzada para cumplir con la misión de Rusia, que debía defender a los cristianos del Imperio Otomano.
El zar juró atacar a todo el mundo para cumplir lo que creía su misión sagrada: extender su Imperio de ortodoxos hasta Constantinopla y Jersusalén.
Escrito por Orlando Figes, el ensayo histórico "Crimea: La primera Gran Guerra" fue publicado, en diciembre de 2013, por Edhasa y tiene 768 páginas.
Pero hubo otros diversos escenarios de guerra entre 1854 y 1855: el mar Báltico, donde la Royal Navy planeaba atacar San Petersburgo, la capital rusa; el mar Blanco, donde bombardearon el Monasterio de Solovetsky en julio de 1854; e incluso la linea siberiana del Pacífico.
La Guerra de Crimea fue un punto de inflexión crucial. Rompió la antigua alianza conservadora entre rusos y austriacos que había mantenido el orden existente en el continente europeo, lo que dio lugar al surgimiento de nuevos Estados en Italia, Rumanía y Alemania.
A los rusos les dejó un profundo resentimiento hacia Occidente, la sensación de haber sido traicionados porque otros Estados cristianos habían tomado partido por los turcos y un sentimiento de frustración de sus ambiciones en los Balcanes que seguiría desestabilizando las relaciones entre potencias en la década de 1870 y en las crisis que condujeron al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial.
Fue el primer conflicto europeo importantes que involucró a los turcos, si descontamos su breve participación en las guerras revolucionarias y napoleónicas francesas.
Abrió el mundo musulmán del Imperio Otomano a los ejércitos y tecnologías occidentales, aceleró su integración en la economía capitalista global y desencadenó una reacción musulmana contra Occidente que persiste hasta hoy.
Cada potencia entró en la Guerra de Crimea por motivos propios. El nacionalismo y las rivalidades imperiales se combinaron con los intereses religiosos.
Para los turcos se trataba de luchar por su Imperio que se desmoronaba en Europa, de defender su soberanía imperial contra los rusos, que alegaban representar a los cristianos ortodoxos del Imperio Otomano, y de evitar la amenaza de una revolución islámica nacionalista en la capital turca.
Los británicos alegaron ir a la guerra para defender a los turcos de la intimidación de Rusia, pero en realidad les interesaba más asestarle un golpe al Imperio Ruso, al que temían como rival en Asia, y usar la guerra para estimular el avance de su libre comercio y de sus intereses religiosos en el Imperio Otomano.
Para el emperador de Francia, Napoleón III, la guerra era una oportunidad de que su país recuperara su posición de influencia y respeto en el exterior, si no la gloria del reinado de su tío, y tal vez de redibujar el mapa de Europa como una familia de Estados nación liberales siguiendo las líneas imaginadas por Napoleón I, aunque la influencia de los católicos sobre su débil régimen también lo impulsó a entablar la guerra contra Rusia por motivos religiosos.
Para los británicos y los franceses era una cruzada en defensa de la libertad y la civilización europeas contra la amenaza primitiva y despótica de Rusia, cuyo agresivo expansionismo representaba una verdadera amenaza, no solo para Occidente, sino para toda la cristiandad.
En cuanto al zar Nicolás I, el hombre más responsable del estallido de la Guerra de Crimea, en parte estaba impuslado por el orgullo y la arrogancia, resultado de haber sido zar durante veintisiete años, en parte por su idea de como debía comportarse una gran potencia como Rusia con sus vecinos más débiles y en parte por un gran error de calculo respecto a la manera en que la otras potencias responderían a sus acciones; pero sobre todo Nicolás estaba convencido de que combatía en una guerra religiosa, una cruzada para cumplir con la misión de Rusia, que debía defender a los cristianos del Imperio Otomano.
El zar juró atacar a todo el mundo para cumplir lo que creía su misión sagrada: extender su Imperio de ortodoxos hasta Constantinopla y Jersusalén.
Escrito por Orlando Figes, el ensayo histórico "Crimea: La primera Gran Guerra" fue publicado, en diciembre de 2013, por Edhasa y tiene 768 páginas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario