"El perro, muy señor mío, ¡es inmortal!. Y no es mía la reflexión. Lo escribió un autor francés del siglo pasado. No se mueren más que los que lo saben. Hermes no tiene No se mueren más que los que lo saben. Hermes no tiene conciencia, ignora el final, igual que el bosque no sabe nada de la serrería. Dichoso él. Ha vivido y se muere sin sospechar de su ausencia, sin saber nada del tiempo. De modo que cuando llegue el momento le aplicaré la eutanasia a un ser despreocupado, que es como decir inmortal", reflexiona el dueño de Hermes, un setter inglés, con otro anciano en el parque.
Ajeno también al drama de su amo, Bendicò, el moloso de Don Fabrizio, trota alegremente por las páginas de "El Gatopardo".
Solo en ocasiones, cuando los nuevos amos occidentales los sacan de paseo por la zona donde antes estaba el Muro de Berlín, los antiguos perros guardianes se ponían nerviosos y se volvían desobedientes, empeñados en seguir un trayecto concreto, sin desviarse un ápice. Ni siquiera los berlineses, podían decir con exactitud dónde se levantaba antes el Muro: los perros, en cambio, caminaban con total seguridad siguiendo una línea recta oculta, como si reconocieran o añoraran algo.
Boatswain, el perro de Lord Byron, desconoce la noción de posteridad, pese a haber pasado a ella.
César, un precioso caniche real, nunca pudo sospechar su inminente abandono aquella tarde navideña del París de los años setenta.
En "Nuestra Señora de Paris", el agradecimiento de Quasimodo al archidiácono Claude Frollo era tan profundo que no sabemos con qué compararlo, porque ejemplos similares no encontramos muchos ente los humanos, diremos simplemente que Quasimodo lo amaba tanto como jamás perro alguno haya amado a su amo
En "Nuestra Señora de Paris", el agradecimiento de Quasimodo al archidiácono Claude Frollo era tan profundo que no sabemos con qué compararlo, porque ejemplos similares no encontramos muchos ente los humanos, diremos simplemente que Quasimodo lo amaba tanto como jamás perro alguno haya amado a su amo
Libres de toda trascendencia, los perros de estas setenta y un microhistorias iluminan, con gran lirismo y lucidez, las complejidades del mundo de sus dueños.
Escrito por Costas Mavrudís y traducido por Ángel Pérez González, "La inmortalidad de los perros", que fue publicado, en septiembre de 2017, por Hoja de Lata Editorial, tiene 208 páginas y puede ser adquirido por un precio de 17,90 euros.
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