En los primeros meses de 1917, cuando se iniciaba en Rusia la revolución, en medio de las intrigas de agentes y espías que trataban de sacar partido de la confusa situación del país, el gobierno alemán decidió ayudar a un grupo de revolucionarios exiliados en Suiza para que regresaran a Rusia, con la esperanza de que contribuyesen a apartarla de la guerra.
Lenin y sus acompañantes atravesaron Alemania en un vagón sellado y, a través de Suecia y de Finlandia, consiguieron llegar a Petrogrado.
Una vez allí, Lenin combatió los propósitos de quienes se contentaban con que la revolución condujese a establecer una república burguesa, y fijó como objetivo el paso inmediato al socialismo: a una sociedad sin estado y sin clases.
De este modo comenzaba un nuevo rumbo para una revolución que iba a cambiar la historia del mundo.
Hace ya cien años que el tren sellado cruzó Europa bajo vigilancia alemana, y sin embargo el episodio sigue teniendo resonancias importantes, incluso perturbadoras.
En Rusia, donde los momentos de esperanza y de participación masiva en la vida nacional han sido tan lamentablemente raros, esas resonancias tienen una viveza especial.
La sola idea de tomar el poder espantaba a los políticos que fueron empujados a asumir sus cargos a comienzos de la primavera de 1917.
Mejor dicho, en vez de abordar las reivindicaciones que los habían llevado al gobierno, las utilizaron más bien para manipular a las masas.
Los periódicos nacionalistas se apropiaron de los veteranos hambrientos y desfigurados para chantajear a una opinión pública exhausta y obligarla a aceptar otro año de guerra.
Los derechistas echaron la culpa de todo a los judíos y a los socialistas, los izquierdistas pusieron a todo el mundo en contra de los que ellos mismos decidieron denominar burgueses, y al final la democracia solo pudo merodear por los márgenes de la revolución como un perro sarnoso.
En cambio, las respuestas de Lenin resultaron atractivas durante un tiempo, pero las personas no son liberadas por las dictaduras, y la violencia no es la manera de darles la paz.
Escrito por Catherine Merridale, el ensayo histórico "El tren de Lenin: Los orígenes de la revolución rusa", que fue publicado, en enero de 2017, por Editorial Crítica, tiene 368 páginas y puede ser adquirido por un precio de 22,90 euros.
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