Poco a poco, en la época final del gobierno de Juan José Arévalo, pero mucho más durante el gobierno del coronel Jacobo Árbenz Guzmán, Guatemala empieza a aparecer de pronto en la prensa estadounidense en reportajes que en The New York Times o en The Washington Post, o en el semanario Time, señalan el peligro creciente que significa para el mundo libre la influencia que la Unión Soviética va adquiriendo en el país a través de gobiernos que, aunque de fachada quieren aparentar un carácter democrático, están en verdad infiltrados por comunistas, compañeros de viaje, tontos útiles, pues toman medidas reñidas con la legalidad, el panamericanismo, la propiedad privada, el mercado libre, y alientan la lucha de clases, el odio hacia la división social, así como la hostilidad hacia las empresas privadas.
En realidad, Jacobo rbenz está seguro de que la Reforma Agraria cambiará de raíz la situación económica y social de Guatemala, sentando las bases de una sociedad nueva a la que el capitalismo y la democracia llevarán a la justicia y la modernidad.
Árbenz cree que sus reformas permitirán que haya oportunidades para todos los guatemaltecos, no sólo para una minoría insignificante como hasta ese momento.
Pero a los adversarios no los convence: desde entonces la oposición de los finqueros será más iracunda y tenaz.
Su mayor enemiga será la United Fruit, la Frutera, el famoso Pulpo, que había conseguido, gracias a la corrupción de los anteriores gobiernos de Guatemala —los dictadores sobre todo—, unos contratos lesivos que ninguna democracia moderna aceptaría. Así, la United Fruit estaba exonerada de pagar impuestos.
A diferencia de muchos de sus amigos extremistas, Jacobo Árbenz está convencido de que la Frutera de ninguna manera debe ser expulsada de Guatemala; por el contrario, quiere situar al Pulpo dentro de la Ley, hacerle pagar impuestos, respetar a los obreros, admitir que se formen sindicatos. Y convertirla así en un modelo a fin de atraer a otras empresas, norteamericanas y europeas, indispensables para el desarrollo industrial del país.
Árbenz pagará un precio muy alto por sus sueños de libertad y progreso para Guatemala.
Cuando, el 18 de junio de 1954, las tropas del Ejército Liberacionista de Castillo Armas cruzan por tres lugares la frontera de Honduras, el nuevo embajador de Estados Unidos nombrado por la administración de Eisenhower, John Emil Peurifoy, lleva ya siete meses en Guatemala.
Con su energía siempre en efervescencia Peurifoy no ha dejado de trabajar un solo día en lo que el Secretario de Estado John Foster Dulles, su jefe, le había señalado como su misión: destruir el régimen de Jacobo Árbenz.
La invasión habría sido un fracaso estruendoso si no hubiera existido la Aviación Liberacionista; ella impidió el exterminio de las bandas de mercenarios capitaneadas por Castillo Armas.
El gobierno de Árbenz cuenta con una Aviación Militar de caricatura, conformada apenas por cinco Beechcraft AT-11, uno de los cuales deserta el primer día de la invasión con su piloto, que huye a Honduras y se une a la rebelión.
Árbenz no se atreverá a enviar a combatir a los avioncitos restantes por el temor de que sus pilotos se pasen al enemigo.
La Aviación Liberacionista tiene pues los espacios libres y los aprovecha. Los pilotos gringos aprovecharán bien ese monopolio del aire.
Entonces, el embajador Peurifoy empieza a empapelar al Departamento de Estado y la dirección estratégica de la invasión liberacionista (dirigida por dos funcionarios de la CIA, Robertson y Wisner) para que bombardeen la ciudad de Guatemala.
Es indispensable que reine el pánico en la capital. Tiene que haber muertos civiles. Tiene que cundir el pánico en la población civil.
Ello provocará que una veintena de jefes militares, algunos procedentes de guarniciones del interior, ocupen el despacho presidencial de Árbenz. Todos llevan uniformes de parada y condecoraciones en el pecho.
Esos jefes militares le dicen a Árbenz que los ocho mil soldados y oficiales del Ejército guatemalteco no podrán resistir una guerra con el país más poderoso del mundo como son los Estados Unidos. Es necesario que Árbenz abandone el poder.
Árbenz tomará la decisión de renunciar, es la única manera,de evitar una invasión yanqui, que diezmaría a la población civil guatemalteca.
Árbenz y su familia irán al exilio, será un infierno. Irán de un lado al otro sin poder echar raíces en ninguna parte: México, Checoeslovaquia, Rusia, China, Uruguay.
Castro se dará el gusto, incluso, de humillarlo en persona, en un discurso, por no haber resistido a Castillo Armas, yéndose a la montaña a formar guerrillas. Esto es, por haber renunciado para salvar la vida de su pueblo.
La decisión del gobierno de Estados Unidos y de la United Fruit financiar ese golpe militar contra Árbenz poniendo de testaferro al coronel Castillo Armas a la cabeza de la conspiración se revelerá como una gran torpeza.
El triunfo que obtendrán será pasajero, inútil y contraproducente. Hará recrudecer el antinorteamericanismo en toda América Latina y fortalecerá a los partidos marxistas, trotskistas y fidelistas.
Y servirá para radicalizar y empujar hacia el comunismo al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, quien sacará las conclusiones más obvias de lo ocurrido en Guatemala.
No huelga significar que el segundo hombre de la Revolución cubana, el Che Guevara, está en Guatemala durante la invasión, vendiendo enciclopedias a domicilio para mantenerse.
El Che Guevara, tendrá que asilarse en la embajada argentina para no caer en las redadas que desató la histeria anticomunista reinante en el país en aquellos días.
Pero de allí extraerá unas conclusiones que resultarán trágicas para Cuba: una revolución de verdad tenía que liquidar al Ejército para consolidarse, lo que explica sin duda esos fusilamientos masivos de militares en la Fortaleza de la Cabaña que el propio Ernesto Guevara dirigirá.
Y de allí saldrá también la idea de que será indispensable para la Cuba revolucionaria aliarse con la Unión Soviética y asumir el comunismo, si la isla quiere blindarse contra las presiones, boicots y posibles agresiones de los Estados Unidos.
Otra habría sido la historia de Cuba si Estados Unidos hubiera aceptado la modernización y democratización de Guatemala que intentaron Arévalo y Árbenz.
No menos graves serán los efectos de la victoria de Castillo Armas para el resto de América Latina, y sobre toda Guatemala, donde, por varias décadas, proliferarán las guerrillas y el terrorismo y los gobiernos dictatoriales de militares que asesinarán, torturarán y saquearán sus países, haciendo retroceder la opción democrática por medio siglo más.
La intervención norteamericana en Guatemala retrasará decenas de años la democratización del continente y costará millares de muertos.
Escrita por Mario Vargas Llosa, la novela "Tiempos Recios", que fue publicada, en octubre de 2019, por Alfaguara, tiene 360 páginas y puede ser adquirida por un precio de 20,90 euros.