Cuando sus dedos empuñaron el arco, Odiseo cerró los ojos un instante y respiró hondo.
Tal vez, si él y sus compañeros triunfaban, futuros poetas compondrían cantos sobre los héroes que se enfrentaron a los dioses.
Probablemente esos versos mezclarían mentiras y verdades, como las mezclaban los relatos que él mismo les había contado a la bella Nausícaa y a su padre sobre la cueva del cíclope, la isla de la maga Circe o el descenso a los infiernos.
Odiseo fue de los pocos aqueos que conocía Troya por dentro. La visitó dos veces: primero como embajador para exigir que Helena fuera devuelta a su legítimo esposo y, años más tarde, como espía, tras deslizarse por una poterna que después de aquello había sido cerrada.
Odiseo fue de los pocos aqueos que conocía Troya por dentro. La visitó dos veces: primero como embajador para exigir que Helena fuera devuelta a su legítimo esposo y, años más tarde, como espía, tras deslizarse por una poterna que después de aquello había sido cerrada.
En aquella noche, Odiseo se había infiltrado en la ciudad buscando el santuario donde se encontraba el fabuloso Paladión, ya que se decía que aquella efigie de Atenea caída del cielo podía conferir a quien la poseyera un poder similar al de las divinidades.
Pensando en la posibilidad de utilizar aquel poder en particular contra la propia diosa, Odiseo había subido hasta la ciudadela disfrazado de mendigo y buscando los vericuetos y las callejuelas más escondidos. Así llegó hasta el templo de Atenea e incluso tuvo un vislumbre indirecto del Paladión.
Después, al salir del santuario lo descubrió nada menos que Helena, que se había desvelado y acudía a ofrecer un sacrificio a la diosa.
En lugar de denunciarlo, la hija de Zeus lo llevó a sus aposentos, donde primero lo bañó y después yació con él, revolcándose y mordiéndole como si fuera la pantera sobre cuya piel copulaban.
Una recompensa inesperada para el mismo hombre que, convencido de que Helena jamás lo elegiría a él, había sugerido a los demás pretendientes el juramento que los había traído a Troya.
Pensando en la posibilidad de utilizar aquel poder en particular contra la propia diosa, Odiseo había subido hasta la ciudadela disfrazado de mendigo y buscando los vericuetos y las callejuelas más escondidos. Así llegó hasta el templo de Atenea e incluso tuvo un vislumbre indirecto del Paladión.
Después, al salir del santuario lo descubrió nada menos que Helena, que se había desvelado y acudía a ofrecer un sacrificio a la diosa.
En lugar de denunciarlo, la hija de Zeus lo llevó a sus aposentos, donde primero lo bañó y después yació con él, revolcándose y mordiéndole como si fuera la pantera sobre cuya piel copulaban.
Una recompensa inesperada para el mismo hombre que, convencido de que Helena jamás lo elegiría a él, había sugerido a los demás pretendientes el juramento que los había traído a Troya.
El combate que los siete estaban a punto de librar no era solo cuestión de venganza, sino, por encima de todo, de supervivencia. Y no únicamente la suya, sino la de toda la raza humana.
El único consuelo era que, si fallaba, no quedaría nadie sobre la faz de la ancha Gea para cantar el fracaso de Odiseo.
Javier Negrete, animado de un espíritu que solo y con toda justicia se puede calificar de "homérico", recrea en su nueva novela las aventuras del mayor héroe, y a la vez el más humano, de toda la mitología griega: Odiseo, rey de Ítaca, a quien acompañaremos durante los episodios más conocidos de la legendaria guerra de Troya y de su épico regreso a casa.
Pero no piense el lector que el autor se limita a recontar esta peripecia. Lo que tiene en sus manos es una epopeya completamente nueva, que, firmemente asentada en la antigua, nos presenta a Odiseo desde niño, cuando, sin él saberlo, se convierte en objetivo de los dioses, especialmente de Atenea: entusiasmada con la inteligencia y el valor del muchacho, decide convertirlo en su campeón entre los mortales, en su herramienta para hacerse Señora del Olimpo.
Lo que estaba muy lejos de sospechar la diosa de la guerra, la civilización, la sabiduría, la estrategia en combate, las ciencias, la justicia y la habilidad es que la principal virtud de Odiseo no es otra sino la astucia, y que quizá el de la manipulación sea el arte en el que los hombres se asemejan más a los inmortales.
Publicada por Espasa, la novela "Odisea" tiene 584 páginas y puede ser adquirida por un precio de 19,90 euros.
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